Se vienen produciendo desde hace mucho tiempo conflictos entre los
fenómenos de las globalizaciones y las culturas nacionales. Ante todo,
conviene precisar algunos conceptos: lo que se entiende por identidad nacional
y las acepciones que se pueden dar al término globalización. Según el profesor
Mahfoud Galloul[1], la globalización tendría tres dimensiones:
La segunda definición de esta globalización, consiste en la desreglamentación económica mundial originada con las políticas del Bretton Woods y de la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero también estructuras regionales de libre comercio de América y de Europa desde hace un cuarto de siglo. Ésta estructura la integración del conjunto de Estados en una lógica de intercambios comerciales y financieros que son totalmente liberalizados y que tienen incidencias sobre la gestión política interna de los Estados y, en consecuencia, sobre la dinámica económica y social de cada uno de ellos. Esto provoca nuevas relaciones de competición y de hegemonía entre las empresas de dimensión internacional, en función a las relaciones de productividad, de atractivo capitalista o de proximidad de los mercados que cada Estado o territorio representa.
La tercera dimensión de la globalización es la producción de modelos
sociales y de un marco cultural universalizado, es decir, de una ideología
tecno-científica de la cultura, y al mismo tiempo de la promoción de un modo de
vida relativamente estandarizado alrededor de los usos y las formas de
organización social que dominan las sociedades post-industriales del hemisferio norte y de
las imágenes que ellas transfieren.
Además de estas tres dimensiones de globalización, otros
autores infieren infinidad de campos influenciados por la globalización, como
por ejemplo: la globalización de las percepciones, la globalización del gobierno, la globalización medioambiental, la globalización de la cultura, la globalización de la tecnología vinculada al
conocimiento, la globalización de los mercados -incluyendo el laboral- y las estrategias o la
globalización de las finanzas[2].
Por su parte, el concepto de nación es profundamente desarrollado por Benedict Anderson, quien hace una adaptación de la frase de Hugh Seton-Watson[3]:
“Todo lo que tengo que decir, es que una nación existe cuando un número
significativo de miembros de una comunidad consideran que forman una nación, o
se conducen como si formaran una”; reemplazando únicamente “consideran” por
“imaginan”. De esta manera, propone una nueva definición del concepto de
“Nacionalismo”: “una comunidad política imaginaria, e imaginada como
intrínsecamente limitada y soberana”; acuñando de esta manera el término "imaginarios nacionales", así como el concepto más general de "comunidades imaginadas".
Por su parte, Luis Arista en un análisis de la obra “El humanismo
Americano”, del filósofo peruano Edgar Montiel, señala que una consecuencia de
la globalización, es que está produciendo una re-definición de lo que se
entiende por soberanía nacional, que hasta hace poco sólo tenía que ver con la
territorialidad y la seguridad nacionales pues “cuando se alteran los valores
culturales legitimados por consenso se está atentando contra la soberanía”.
Conviene recordar que, en un primer momento en la vida de cada Estado nación latinoamericano, se presenta un "colonialismo
interno", concepto que emula la relación colonial entre la metrópoli y sus
colonias, pero en este caso el proceso se da entre el centro y la periferia
dentro de un Estado. En el "colonialismo
interno", un solo grupo étnico dominante impone su modelo cultural, controlando
el proceso de creación de una nueva cultura nacional sincrética, y explota
económicamente las regiones periféricas cuyas poblaciones son étnicamente
distintas[4].
Por otra parte, es pertinente recordar también, que la globalización que
estamos presenciando no es la primera que se ha dado a lo largo de la historia,
según el profesor René Sandretto[5]
se habrían dado cinco principales globalizaciones o mundializaciones. La
primera entre 7000 y 3000 a.C., llamada la Paleontología de la
Globalización, donde se establecieron las primeras relaciones comerciales. La segunda, a
partir del 3000 a.C. hasta nuestra era, durante la cual emergieron las primeras
formaciones imperiales. La tercera entre los siglos XV y XVI, debida a los
grandes descubrimientos y subsecuentes colonialismos a nivel mundial. Luego de
un periodo de contracción entre los siglos XVII y XVIII durante la era mercantilista,
se dio paso a la Primera Gran Globalización, aproximadamente entre 1860 (inicio
de la Revolución Industrial) y 1914 (comienzo de la Primera Guerra Mundial).
Posteriormente se dio un nuevo periodo de contracción de la globalización, hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando comienza propiamente la Segunda Gran Globalización, como la conocemos hoy en día. Sin embargo, si bien la actual globalización posee ciertos rasgos originales, posee más bien muchos elementos coincidentes con la anterior (1860-1914), como los grandes flujos de inmigración, de inversión de capital extranjero (sobre las producciones nacionales brutas), de exportaciones (sobre el PNB mundial), una explosión de las firmas transnacionales (cuyo mal manejo habría sido uno de los factores desencadenantes de la Primera Guerra Mundial), una baja notable en los costos de transporte y una intensificación de los intercambios comerciales, sin olvidar que, a partir de 1846, fue Inglaterra quien impulsó los Acuerdos o Tratados de Libre Comercio bilaterales con la supresión de los Corn Laws.
Posteriormente se dio un nuevo periodo de contracción de la globalización, hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando comienza propiamente la Segunda Gran Globalización, como la conocemos hoy en día. Sin embargo, si bien la actual globalización posee ciertos rasgos originales, posee más bien muchos elementos coincidentes con la anterior (1860-1914), como los grandes flujos de inmigración, de inversión de capital extranjero (sobre las producciones nacionales brutas), de exportaciones (sobre el PNB mundial), una explosión de las firmas transnacionales (cuyo mal manejo habría sido uno de los factores desencadenantes de la Primera Guerra Mundial), una baja notable en los costos de transporte y una intensificación de los intercambios comerciales, sin olvidar que, a partir de 1846, fue Inglaterra quien impulsó los Acuerdos o Tratados de Libre Comercio bilaterales con la supresión de los Corn Laws.
La gran contracción causada por ambas Guerras Mundiales, es fácilmente
explicable si se tiene en cuenta la vieja tesis de Lenin[6],
que postula que la globalización es un factor que puede desencadenar la guerra.
Así, la guerra es entendida como un medio para poner fin las disputas por la
influencia, dominio o dominación territorial mundial entre las grandes
potencias. Por tanto, no es posible afirmar ilusamente, como lo hicieran en su
momento Norman Angell (en 1910)[7]
o Jean Jaures (en 1911)[8],
que las relaciones de interdependencia y solidaridad económicas garantizan la
paz, quizá la mayor lección dejada por la Primera Guerra Mundial.
Resulta asimismo, oportuno recordar la tesis de Samuel Huntington: “A
medida que el mundo sale de su fase occidental, las ideologías que simbolizaron
la civilización occidental tardía declinan y su lugar es ocupado por las
religiones y otras formas de identidad basadas en la cultura. La separación
westfaliana de religión y política internacional, producto idiosincrásico de la
civilización occidental, está tocando a su fin, y como indica Mortimer, ‘cada
vez es más probable que’ la religión ‘se entrometa en los asuntos
internacionales’. El choque intracivilizatorio de las ideas políticas generadas
por Occidente, está siendo sustituido por un choque de cultura y religión entre
diversas civilizaciones”[9].
Como es perceptible, el principal problema de las interacciones globales
hoy en día es el de la tensión entre homogenización y heterogenización
culturales. Bajo el argumento de la “homogenización” se podría sostener una amplia
gama de hechos empíricos del campo de estudio de los medios de comunicación.
Generalmente, este argumento se subdivide, sea en una controversia sobre la
omnipresencia de la mercancía, sea sobre la controversia de la "americanización",
teniendo en cuenta que ambos debates se encuentran estrechamente ligados. Sin
embargo, lo que aun resta considerar, es que a medida que las fuerzas
impulsadas o expedidas por diversas metrópolis están aterrizando en nuevas
empresas, tienden rápidamente a "indigenisarse", o adaptarse a éstas últimas, de
una manera u otra, como por ejemplo en la música, los estilos de arquitectura,
la ciencia, el terrorismo, los espectáculos o las constituciones nacionales[10].
Appadurai, acuña, entre otros (como "technoscape"
o "financescape"), los términos "ethnoscape", "mediascape" e "ideoscape",
el primero es usado para desvirtuar la idea de que las identidades de grupo son
(como las nacionales) implican erróneamente ver a las culturas como formas limitadas en un espacio o territorio, históricamente inconscientes de ellas mismas u homogéneas en lo ético. Mientras que el segundo de éstos términos, el "mediascape" es utilizado
para denominar el conjunto de medios electrónicos de producción y diseminación
de la información, manipuladas por un número creciente de intereses públicos y
privados a través del mundo. Por su parte, los "ideoscapes" son aquellos compuestos de las concatenaciones de
imágenes usualmente políticas y en relación con las ideologías de los Estados y
las contra-ideologías de movimientos explícitamente orientados hacia la toma de
poder del Estado o de alguno de sus componentes. Pero lo más importantes es que
la relación entre los factores expuestos es profundamente disyuntiva e
imprevisible, porque cada uno de ellos tiene sus propios obstáculos y
estimulantes, al mismo tiempo que cada uno comporta una barrera y un parámetro
de los movimientos propios de los otros[11].
En consecuencia, en la actualidad se producen muchos conflictos producto de
la resistencia a la mencionada "homogenización", cuyas causas o factores acabo de
explicar. Un tipo clásico de estos conflictos son las "implosiones étnicas", las cuales muchas veces suelen derivar en "violencia étnica", las cuales a su vez
producen una cascada o concatenación de acontecimientos, que dependen a su vez
de la interpretación que a éstos les atribuyen los "ideoscapes" o los "mediascapes"[12].
Otra perspectiva muy interesante es la plateada por algunos autores
canadienses respecto a la reconciliación de pueblos con su
destino, en el sentido de aceptar o de resignarse a un cierto estado de cosas
que no son bienvenidas pero bajo su control[13].
Así, se plantean dos tendencias: en primer lugar tenemos la "reconciliación como resignación", vale decir, un proceso asimétrico donde
uno adopta una actitud de aceptación de las circunstancias que no dan luces de
un posible cambio. Generalmente, puede sugerir que uno se ha rendido y ha
optado por no seguir luchando, en otras palabras, la moralidad de la
reconciliación como resignación depende de las circunstancias.
El anterior sería el caso de los indígenas Seminolas, en Estados Unidos, por ejemplo, teniendo en cuenta que el 10 de mayo de 1842, cuando un frustrado presidente John Tyler ordenó el cierre de las acciones militares contra los Seminolas, más de US$ 20 millones habían sido gastados, 1,500 soldados estadounidenses murieron y aún no había Tratado de Paz formal había sido firmado; o considerando que el siglo pasado debieron hacer frente a procesos legales por los juegos de azar, que finalmente ganaron, y que llegaron a un acuerdo sobre la demanda de reivindicación de tierra que habían presentado en 1947. En cambio la "reconciliación como consistencia" puede ser simétrica o asimétrica y puede implicar un proceso técnico de integración de dos partes o puede comportar un juicio moral (“reflective equilibrium” en palabras de Rawls), es decir, una reconciliación entre las opiniones y compromisos específicos y los principios morales abstractos que presuponen, de forma que juntos representen un cuerpo moral coherente (siguiendo a Dworkin). Éste objetivo sería, por ejemplo, el que pretenden lograr la Corte Constitucional de Colombia, y quizá también la Corte Suprema de Canadá.
El anterior sería el caso de los indígenas Seminolas, en Estados Unidos, por ejemplo, teniendo en cuenta que el 10 de mayo de 1842, cuando un frustrado presidente John Tyler ordenó el cierre de las acciones militares contra los Seminolas, más de US$ 20 millones habían sido gastados, 1,500 soldados estadounidenses murieron y aún no había Tratado de Paz formal había sido firmado; o considerando que el siglo pasado debieron hacer frente a procesos legales por los juegos de azar, que finalmente ganaron, y que llegaron a un acuerdo sobre la demanda de reivindicación de tierra que habían presentado en 1947. En cambio la "reconciliación como consistencia" puede ser simétrica o asimétrica y puede implicar un proceso técnico de integración de dos partes o puede comportar un juicio moral (“reflective equilibrium” en palabras de Rawls), es decir, una reconciliación entre las opiniones y compromisos específicos y los principios morales abstractos que presuponen, de forma que juntos representen un cuerpo moral coherente (siguiendo a Dworkin). Éste objetivo sería, por ejemplo, el que pretenden lograr la Corte Constitucional de Colombia, y quizá también la Corte Suprema de Canadá.
Por su parte, Yrigoyen apunta que "[s]egún Marzal hay 3 políticas seguidas por los estados: 1) el indigenismo colonial cuyo
proyecto político es segregar y «conservar» a las sociedades y culturas
indígenas como tales bajo el control (defensa-explotación) de la sociedad
dominante; 2) el indigenismo republicano cuyo proyecto político es «asimilar»
a los indígenas a la sociedad nacional para formar una nación mestiza; y 3) el indigenismo
moderno, de mediados del siglo XX, que tiene como proyecto político integrar
a los indígenas a la sociedad nacional pero conservando ciertas
peculiaridades culturales propias."
Adicionalmente, Yrigoyen añade dos modelos al esquema de Marzal para el caso de los pueblos o naciones indígenas colonizados, uno al inicio y otro al final, distinguiendo así cinco modelos o políticas: (1) el proyecto de ocupación y sometimiento; (2) el proyecto de subordinación política y segregación colonial; (3) el proyecto asimilacionista; (4) el proyecto integracionista; y, (5) el horizonte pluralista[14].
Adicionalmente, Yrigoyen añade dos modelos al esquema de Marzal para el caso de los pueblos o naciones indígenas colonizados, uno al inicio y otro al final, distinguiendo así cinco modelos o políticas: (1) el proyecto de ocupación y sometimiento; (2) el proyecto de subordinación política y segregación colonial; (3) el proyecto asimilacionista; (4) el proyecto integracionista; y, (5) el horizonte pluralista[14].
Respecto a las mencionadas implosiones étnicas, me
gustaría mencionar el conflicto suscitado en Siria (precedido por el fenómeno
conocido como “La Primavera Árabe”), o mejor dicho provocado por lobbies
propiciados por influencia rusa y americana. A Rusia le interesa terminar su
proyecto North Stream, que conecta directamente Alemania con Rusia pasando por
el Mar Báltico, pero sobre todo su proyecto South Stream, que empieza en Rusia
atravesando el Mar Negro hasta Bulgaria, donde se divide, para pasar por Grecia
e Italia, por un lado, y por Hungría y Austria, por el otro. A Estado Unidos
solo le importa completar de una vez su proyecto su proyecto Nabucco, que parte
de parte de Asia Central y de los alrededores del Mar Negro, pasando por
Turquía, Bulgaria, Rumania, Hungría, Austria, República Checa, Croacia,
Eslovenia e Italia.
Por otra parte, para poder comprender la causa del
proyecto nuclear iraní, resulta fundamental el hecho que Estados Unidos
pretendiera incorporar el gas de Irán a su proyecto, conectándolo al punto de
almacenamiento de gas en Erzurum, en Turquía. Esto tiene que ver, a su vez, con
el gas proveniente del Mediterráneo oriental, es decir, con Siria, Líbano e
Israel. Es más, según el Washington Institute for Near East Policy (WINEP), en
la cuenca del mediterráneo se encuentran las mayores reservas de gas del mundo
y es precisamente en Siria donde se hallan las más importantes. Esto último
resulta de vital importancia para explicar el presente conflicto si además
tenemos en cuenta que Irán firmó varios acuerdos para transportar su gas a
través de Irak y Siria, en julio de 2011. De esta manera, Siria se convierte
así en el principal centro de almacenamiento y producción de gas, vinculado
incluso con las reservas del Líbano. En consecuencia, se incorpora un nuevo
espacio geoestratégico y energético que abarca Siria, Irán, Irak y Líbano[15].
Así, se puede demostrar, una vez más que: “El conflicto, en verdad, es
político. El vocabulario y las imágenes, religiosas”[16].
Finalmente, existen muchísimos otros casos de conflictos
nacionales o locales causados por la influencia de la globalización, como “La
Primavera Política” en Myanmar; el movimiento Muttaheda Qaumi Movement (MQM) en
Karachi, Pakistán; los Tamouls en Sri Lanka; los chechenos en Rusia (conflicto
estrechamente vinculando con el anteriormente explicado, vinculado a la nueva
era del gas o guerra fría del gas); el movimiento Euskadi Ta Askatasuna en País Vasco, España; el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en
el Estado de Chiapas, México; e infinidad de conflictos con pueblos indígenas
como protagonistas a lo largo de toda América Latina, como en San Miguel
Ixtahuacán y Juan Sacatepéquez en Guatemala, en el pueblo Miskito en Honduras y
Nicaragua; el pueblo Ngobe de Charco la Pava en Panamá; el pueblo U’wa con la
Occidental Petroleum y el pueblo Embera con la represa de Urrá, en Colombia; el
pueblo Tagaeri, Taromenane, Siona, Secoya, Cofán, Quichua y Huoraní en Ecuador;
los pueblos guaraníes en Paraguay y Brasil; el pueblo Mapuche en Chile; los
pueblos Murunahuas, Chitonahuas, Kichwas, Aguajunes, entre muchos otros casos bien
conocidos en Perú.
Me gustaría llamar a la reflexión siguiendo las
enseñanzas del profesor Mahfoud Galloul[17]: “La
nueva economía de los medios de comunicación no se resume a la simple transposición
de los mercados de los medios de comunicación tradicionales, sino que se
traduce en la extensión o la proliferación de los medios de difusión de
información o de cultura en los Estados, en las economías más modernas de
Europa y de América del Norte. Esta extensión aumenta la presencia numérica de
la información como de los contenidos provenientes del Norte hacia el sur y
puede traducirse en una hegemonía cultural de la información y política que de
hecho se encarna en la proliferación de los mensajes distribuidos. La economía
de las redes es casi planetaria y aumenta la potencia de difusión de los
contenidos, las imágenes, los comentarios y las interpretaciones de la
actualidad, pero impone también los puntos de vista y los valores del emisor
dominante. La cuestión es pues saber por quién, cómo y dónde estos contenidos son
producidos y cómo pueden ser controlados o dirigidos en sociedades
culturalmente diferentes. Es en función a las identidades vividas o percibidas
por los pueblos y los Estados que la mundialización cultural se difunde bien
como una ventaja o bien como un perjuicio”.
Según Galloul, “la concentración económica de
las empresas de multimedia que dominan la economía mundial, es decir, una
veintena de grandes empresas en el mundo, confirman que los mercados de
contenidos culturales o de información se vuelven hoy en día mercados
dominantes de la economía mundial, por lo menos con dos consecuencias. Estas
dos consecuencias son, en primer lugar, la modificación o la producción de una
verdadera geopolítica de la información y, por consiguiente, de la influencia
política de los Estados dominantes o emisores principales sobre el resto del
mundo, desde el punto de vista de la información. Y por otro lado, una
verdadera dominación cultural, o “imperialismo cultural” en palabras de Edward
Saïd[18],
a causa de la evidente sumersión de la cultura de los Estados representados en
estos nuevos medios de comunicación sobre los otros”.
Al respecto, Manuel
Castells[19] confirma que una
revolución tecnológica centrada alrededor de las tecnologías de la información
está reestructurando la base material de la sociedad y que las economías a
través del mundo han quedado globalmente interdependientes, introduciendo una
nueva forma de relaciones entre la economía, el Estado y la sociedad en un sistema
de geometría variable, caracterizadas por: el papel predominante de la
política de los medios de comunicación y su interacción con la crisis de legitimidad
política en la mayoría de países de todo el mundo; el papel clave de los medios de comunicación segmentados y personalizados en la producción de la cultura; el surgimiento de una nueva forma de comunicación relacionada con la
cultura y la tecnología de la sociedad de red, y basada en redes horizontales de comunicación: lo que él llama auto-comunicación de masas;
los usos de la comunicación de masas,
en una sola dirección, de la
comunicación de masas y de la auto-comunicación de masas en la relación entre poder
y del contra-poder, en la política formal, en la política insurgente, y en las nuevas manifestaciones de los movimientos
sociales.
Según el Castells, la
comprensión de esta transformación entre la comunicación y el poder debe
basarse en un contexto social caracterizado por varias tendencias importantes:
(a) El Estado, tradicionalmente la principal fuente de poder, está siendo cuestionado en todo el mundo a través de:
(a) El Estado, tradicionalmente la principal fuente de poder, está siendo cuestionado en todo el mundo a través de:
- la globalización, que limita su decisión soberana;
- las presiones del mercado hacia la desregulación que disminuyen su capacidad para intervenir; y,
- una crisis de legitimidad política que debilita su influencia sobre sus ciudadanos.
(b) Las industrias culturales y medios de comunicación comerciales se
caracterizan, al mismo tiempo por la concentración de las empresas y la
segmentación del mercado, lo que lleva hacia una mayor competencia
oligopolística, la entrega personalizada de los mensajes y la creación de redes
verticales de la industria multimedia;
(c) En todo el mundo, la oposición entre individualismo y comunitarismo define la cultura de las sociedades al mismo tiempo que la construcción de la identidad funciona con los materiales heredados de la historia y la geografía y de los proyectos de los asuntos humanos. La cultura de raíces comunitaristas se arraiga en la religión, la nación, la territorialidad, el origen étnico, género y medio ambiente. Por el contrario, la cultura del individualismo se extiende en diferentes formas:
(c) En todo el mundo, la oposición entre individualismo y comunitarismo define la cultura de las sociedades al mismo tiempo que la construcción de la identidad funciona con los materiales heredados de la historia y la geografía y de los proyectos de los asuntos humanos. La cultura de raíces comunitaristas se arraiga en la religión, la nación, la territorialidad, el origen étnico, género y medio ambiente. Por el contrario, la cultura del individualismo se extiende en diferentes formas:
- como el consumismo impulsado por el mercado;
- como un nuevo patrón de la sociabilidad basada en el individualismo en red; y,
- como el deseo de autonomía individual, basado en la auto-definidos los proyectos de vida.
Por su parte, Paul Kennedy sostuvo que “a medida que
avanzamos hacia el próximo siglo [actual siglo XXI], las economías
desarrolladas parecen tener todas las cartas de triunfo en sus manos; capital,
tecnología, control de comunicaciones, alimentos sobrantes, poderosas compañías
multinacionales y en todo caso aquellas ventajas están creciendo porque la
tecnología erosiona el valor de la mano de obra y de los materiales, los
principales activos de los países en vías de desarrollo”[20].
El desarrollo desigual del comercio mundial[21]
se traduce también en un desarrollo dispar de las condiciones culturales
internas de los Estados más desprovistos o menos equipados para producir sus
propios contenidos culturales. Es por ello, que la problemática de la diversidad cultural
fue objeto, desde hace una quincena de años, de debates en el seno de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO)[22].
Por tanto, se debe de promover y defender, las
culturas autóctonas en tanto patrimonio común de la humanidad como condición
misma de su salvaguarda si no de su supervivencia, lo cual implica no solamente
respetar la diversidad cultural sino implementar una conciencia pluralista a
nivel mundial. Por ello, el rol de los Estados es central para crear las
condiciones de una autonomía cultural y para la salvaguardia de ciertas normas
que condicionan el bien común de una sociedad o del Estado entendido como
defensor del interés general, incluidas las normas consuetudinarias vinculadas
a la autonomía política y jurisdiccional de las etnias locales. Proteger la
cultura como bien común es también crear las condiciones productivas y
laborales para que las culturas autóctonas puedan valorizarse y darse a
conocer, sobre todo mediante la promoción de una política cultural de
producción y de difusión de contenidos locales históricos de cada población.
La
cuestión de la autonomía de producción de la cultura para los Estados es pues
central para poder formular los parámetros o los valores de su identidad
histórica, pero también para promover un modelo de desarrollo que sea propio de
ellos, que resulte verdaderamente del dinamismo de las poblaciones más bien que
de la simple adaptación de los modelos exteriores importados por los medios de
comunicación y las políticas públicas tradicionales. Es por tanto, una manera
para los Estados de defender su capacidad de crear las condiciones de una
autonomía económica y, por ende, de un desarrollo sostenible. Es importante, en
conclusión, observar que la difusión de tecnologías no es un fenómeno
simplemente nuevo, sino un fenómeno que se inscribe en
una dinámica histórica del desarrollo o del subdesarrollo.
[1] GALLOUL, Mahfoud.
La culture face aux défis de la
mondialisation: référentiels et acteurs de la mondialisation culturelle.
En: Mélanges de l’école française en Rome.
Roma: Mefrim, 2002. Pp. 441-456.
[2] The Group of Lisboa. Limits of to
Competition. Cambridge, Masachussetts: The MIT Press, 1995. P. 20.
[3] SETON-WATSON, Hugh. Nations and States. An Inquiry into the
Origins of Nationsand the Politics of Nationalism. Methuen:
Westview Press, Boulder, 1977. En: ANDERSON, Benedict. L’imaginaire national. Réflexions sur l’origine et l’essor du
nationalisme. Traducido del inglés al francés por Pierre-Emmanuel Dauzat.
París: Éditions
La Découverte, 1996. P. 19.
[4] STAVENHAGEN, Rodolfo. The Ethnic
Question. Conflicts, Development and Human Rights. Conflicts, Development and Human Rights. Tokyo: United Nations
University Press, 1990. Pp. 11-15.
[5] Profesor del
IEP de Lyon (Sciences Po Lyon), de los cursos de Mundialización de la Economía
Internacional, Finanzas Internacionales y Políticas Comerciales.
[9] HUNTINGTON,
Samuel P. El choque de civilizaciones y
la reconfiguración del orden mundial. Traducción
de José Pedro Tosaus de la versión original: The clash of civilizations and the remaking of world order. Barcelona:
Paidós, 1997. P. 53.
[10]
APPADURAI, Arjun. Après le colonialisme.
Les conséquences culturelles de la globalisation. Paris: Payot &
Rivages, 2001. P. 67.
[11]
APPADURAI, Arjun. Idem.; Pp. 68-72 y
253.
[12] APPADURAI. Idem.; Pp.
209-219.
[13] Así, WALTERS, Mark D. The Jurisprudence of Reconciliation: Aboriginal Rights in Canada.
En:The Politics of Reconciliation in
Multicultural Societies. Editado por Will Kymlicka y Bashir Bashir. New York:
Oxford University Press, 2008. P. 167.
[14] YRIGOYEN FAJARDO, Raquel. Hitos en el reconocimiento del pluralismo jurídico y el derecho
indígena en las políticas indigenistas y el constitucionalismo andino.
Parte de su tesis doctoral. En: Pueblos
Indígenas y derechos humanos. Mikel Berraondo (coordinador). Bilbao:
Universidad de Deusto, 2006. Pp. 538-541.
[15] Ver sitio
web: http://www.voltairenet.org/Siria-centro-de-la-guerra-del-gas. Visto el 10
de julio de 2012.
[16] WARNER,
Jean-Pierre. La mondialisation de la
culture. Tercera edición. Paris: La Découverte, 2004.
[17] Profesor
del IEP de Lyon (Sciences Po Lyon), de los cursos de los Desafíos de la
mundialización y la cultura, de la Protección del Patrimonio Cultural y del
Derecho de la Comunicación y los medios de comunicación.
[18] Ver, SAÏD, Edward. L’Orientalisme. L’Orient creé par l’Occident.
Traducido del inglés por Catherine Malamaud. París:
Le Seuil, 1980. En donde afirma también que el Orientalismo ha estado dominado
por un sentimiento de confrontación. P. 235.
[19] CASTELLS, Manuel. Communication,
Power, and Counter-power in the Network Society. En:
International Journal of Communication 1,
2007. Pp. 238-266. Disponible en web: http://ijoc.org/ojs/index.php/ijoc/article/view/46/35.
[20]
KENNEDY, Paul. Préparer le XXIe siècle.
Traducción de la version original: Preparing for the Twenty-first Century. París: Odile
Jacob, 1994.
[21] Ver al
respecto, STIGLITZ, Joseph E. y Andrew Charlton. Comercio Justo para Todos. Cómo el comercio puede promover el
desarrollo. Traducción Natalia Rodríguez Martín de la versión en inglés: Fair Trade for All. How Trade Can Promote
Development. Buenos Aires: Taurus, 2008. Pp. 183-278.
[22] Ver
especialmente, la Declaración Universal de la Unesco sobre la diversidad
cultural, del 2 de noviembre de 2001, y la Convención sobre protección y
promoción de la diversidad de las expresiones culturales, del 20 de octubre de
2005. Resulta asimismo de singular importancia, el antecedente de la Recomendación sobre la Salvaguardia de la
Cultura Tradicional y Popular de 1989, también promulgado por la UNESCO.