La presente pretende ser una bitácora donde publicaré periódicamente artículos jurídicos relacionados a temas de interés general, o que estimo puedan servir de reflexión para los lectores.

lunes, 9 de julio de 2012

CONFLICTO PALESTINO-ISRAELÍ: ¿SOLUCION POSIBLE O AMENAZA LATENTE?

INTRODUCCIÓN

Como se sabe a lo largo de los años se ha venido desarrollando un perpetuo conflicto entre Israel y Palestina los cuales tienen como principal aspiración la soberanía nacional sobre un mismo territorio y es en esta controversia que se encuentra ensimismado el problema. Éste enfrentamiento bélico entre judíos y árabes se ha convertido en una crisis internacional que ha venido involucrando en el devenir de los años a diferentes actores políticos internacionales, trayendo consigo la preocupación de la opinión pública internacional. Su larga duración, su constante afectación a los derechos humanos y humanitarios de las poblaciones civiles de ambas partes, su elevado peligro para la paz y seguridad internacional han convertido, a éste conflicto, en uno de los más complejos del siglo XX.     

En este sentido, se puede ver que la comunidad internacional a lo largo del tiempo ha realizado numerosos esfuerzos a fin de solucionar el problema, pero dichas iniciativa no han sido llevadas de la mejor manera posible pues en su mayoría han terminado en exilios funestos, violencia, guerras, invasiones, etc., que en definitiva no han tenido el efecto esperado en los actores involucrados.

Es dentro de éste contexto que tendremos que analizar desde la teoría de la negociación, una propuesta de solución para dicho conflicto, para ello haremos uso de los instrumentos académicos proporcionados en el curso. Bueno sin más preámbulos damos pase al cuerpo de análisis del presente trabajo esperando desde ya, que sea de su agrado.


ANTECEDENTES

Desde las fases media y tardía del paleolítico (de 70,000 a 14,000 a.C.) se pueden encontrar huellas de colonización en lo que hoy son los Estados de Israel y Palestina. A partir de la Edad de Bronce se formó una cultura urbana marcada por las influencias mesopotámicas y sustentada por unos pobladores conocidos como “cananeos” por el hecho de vivir en “Canaán”. Es pertinente señalar que Canaán no fue identificada sistemáticamente con Fenicia, vale decir, con la franja litoral del Levante, sino hasta la época helenística[1].

Posteriormente, dicho territorio fue sometido por diversas potencias regionales como Egipto, que desde el siglo XI a.C. consiguió dominar algunas zonas del país. Un dato importante es que el nombre de Israel aparece por primera vez en una estela del faraón Merneptah, fechada en 1213 a.C. según la llamada cronología intermedia, designando con aquel término a un grupo humano y no un territorio determinado[2].

Con el arribo de los filisteos durante el siglo XII a.C., los egipcios fueron sustituidos por los llamados Pueblos del Mar, grupos indoeuropeos procedentes de la zona del Egeo que se introdujeron en el territorio de la posterior Palestina. Los filisteos se instalaron principalmente en la llanura litoral mientras que los israelitas lo hicieron predominantemente en los territorios montañosos y de colinas del interior. Los fenicios, por su parte, se asentaron al norte, en el actual Líbano. La única denominación que éstos recibieron, y la más usual en la época moderna, es el de “Palestina”, derivado del griego “Palaistín” (Heródoto, en sus "Historias" documenta este nombre, cuando se refiere a un distrito de Siria, llamado Palaistinê”), y consiguientemente del latín “Palaestina[3].

A este respecto, muy probablemente, la primera referencia a Palestina se encuentre en el Papiro Harris I1150 a.C., el cual refiere explícitamente a un pueblo transliterado del jeroglífico como “P-r-s-t”: “Extendí todas las fronteras de Egipto; vencí a los que los invadieron de sus tierras. Maté a los denios en sus islas, el Thekel y el Peleset [P-r-s-t] fueron reducidas a cenizas”. Posteriormente, el "Nimrud Slab" asirio de 800 a. C. hace expresa referencia a “Palashtu” o “Pilistu”: “Ordené a las muchas tropas de Asiria marchar contra Pa-la-áš-tu”.

En los años 732 y 721 a.C., Israel fue conquistado por los asirios bajo los reyes Teglatfalasar III y Sargón II que, como los anteriores colonizadores, deportaron a una parte de la población llevándola por la fuerza a otras zonas del imperio. Los deportados fueron sustituidos por otros grupos étnicos que se habrían mezclado con la población local constituyendo así la comunidad de los “samaritanos”. En el año 621 a.C. cayó la capital del imperio neo-asirio, Nínive, a manos del ascendente imperio neo-babilónico. La conquista de Judá por el ejército babilonio bajo el rey Nabucodonosor II implicó la destrucción de Jerusalén junto con su Templo y su palacio, así como la deportación de su población a Babilonia en dos grandes oleadas: primero, una gran parte de su clase alta y del artesanado, en 598 y 597 a.C., y posteriormente, un sector importante de las clases media
y baja en 187 y 186 a.C. Las comunidades conquistadas fueron asignadas a la provincia de Siria, la “tierra más allá de la corriente” ("eber-nari", vale decir, el Eufrates), que en el antiguo reino de Judá formó el distrito dependiente de “Yehud”[4]. Tras su victoria sobre Babilonia, en 539 a.C., los aqueménidas persas permitieron a los judíos regresar de la cautividad y reconstruir el Templo destruido, obra culminada al cabo de alrededor de dos décadas[5].

A partir de este momento, se da una progresiva helenización del país que comenzó bajo el dominio persa y se intensificó tras la conquista de Palestina por Alejandro Magno en 332 a.C., pese a que posteriormente la mayoría de la población habría continuado hablando arameo. Tras la conquista de Palestina por Pompeyo en 63 d.C., ésta continuó disfrutando de cierta autonomía como provincia romana y bizantina, en especial la provincia de Judea, que gozó de una considerable autonomía bajo Herodes el Grande y sus descendientes, aunque las ciudades griegas pertenecieron a la jurisdicción de la provincia romana de Siria (denominada "Siria Palaestina"). Sin embargo, el fracaso de la rebelión de los zelotes, entre los años 66 y 70, acarreó la destrucción de Jerusalén, Jaffa, Lida y otras ciudades, a manos del ejército romano a las órdenes de Tito Flavio Vespasiano. Es así que, el Templo, que había sido ampliado y reconstruido por Herodes, fue quemado y definitivamente destruido en el año 70 d.C. Sólo quedó una parte de su plataforma y un resto del muro perimetral occidental, que en la actualidad es conocido como el “Muro de las Lamentaciones”. Suicidándose el resto de los sublevados en el año 73 d.C. en la fortaleza de Masada[6].

Debido a un proyecto romano de establecer una colonia romana lugar de la destruida Jerusalén y de convertir los restos del Templo en un centro de culto romano, entre los años 131 y 132 d.C. estalló nuevamente una insurrección dirigida por el rabí Akiba y por Simeón Bar Kosiba, reconocido como Mesías por dicho Rabí y por la población judía de la región, por lo que era conocido como "Bar Kojba" (“Hijo de la Estrella”).  Sin embargo, el ejército romano aplastó también esta rebelión con consecuencias devastadoras, especialmente para la población judía de la provincia de Judea[7].

A partir del año 135 d.C., Jerusalén fue reconstruida como Colonia Elia Capitolina (en honor al emperador Tito Elio Adriano), y sobre la colina del Templo y sobre el sepulcro de Jesús el Nazareno y el lugar de su crucifixión, las rocas del Gólgota, se erigieron templos romanos y estatuas a los dioses. Es más, los romanos prohibieron la entrada a Jerusalén a los judíos bajo pena de muerte, aun a los convertidos al cristianismo. Prohibición que se hizo más severa bajo el emperador Constantino (324-335 d.C.), quien solo les permitió el acceso hasta los restos del muro perimetral occidental Templo una vez al año para llorar su destrucción, de donde deriva la denominación de “Muro de las Lamentaciones”. De esta manera, los judíos se recluyeron en Galilea mientras que la población árabe aumentó de forma constante desde antes de la conquista musulmana en el siglo VII, siendo la mayoría de la población cristiana ya en el siglo V[8].

Con la conquista musulmana de los años 636 al 638 d.C., éstos mantuvieron en general la división administrativa de Palestina, al igual que habían hecho en otros lugares. Es así que, no volvieron a surgir unidades políticas independientes sino hasta las invasiones de los cruzados, entre 1099 y 1291 d.C. Incluyéndose nuevamente en esas unidades la franja litoral libanesa. Tras la reconquista musulmana, bajo el dominio de los ayubíes y los mamelucos (siglos XIII al XVI) Palestina fue dividida entre Jerusalén ("al-Quds") y la costa, subdividida a su vez en diversos distritos en función de sus centros urbanos. Bajo la dominación turca, que duró de 1516 al 1918, el territorio palestino volvió a subdividirse en varias ocasiones, quedando vinculado a unidades administrativas vecinas[9].

Es preciso recordar que cuando los musulmanes conquistaron Jerusalén, la ciudad era exclusivamente cristiana. El califa Omar (634-644 d.C.), con ocasión de su visita a Jerusalén, hizo levantar una construcción sencilla de madera al sur de la roca, vinculada con Abraham de alguna manera aun no aclarada. Dicha construcción sirvió como lugar de rezo y reunión, siendo ya descrita por el obispo galo Arculfo entre 670 y 680 d.C. El nombre de "al-Quds" ("la Santa o el Santuario") o "bait al-maqdis" ("Casa del Santuario"), con que se designó la ciudad de Jerusalén, no fue de uso generalizado sino hasta mucho más tarde[10].

Los proyectos de construcción de los califas omeyas, llevados a cabo entre 661 y 750 d.C. por la autoridad central musulmana, permiten entender el gran valor que se atribuía a Jerusalén. Lo que marcó en un primer momento el “recinto sagrado” ("al-haram al-sharif") como lugar islámico fueron varias edificaciones. La Cúpula de la Roca ("qubbat al-sajra") fue levantada entre 691 y 692 d.C. por orden del califa omeya Abd al-Malik Marván, donde Omar había rezado sus oraciones con motivo de su viaje a Jerusalén y donde Abraham se habría dispuesto a realizar su sacrificio (la “roca sagrada”). Posteriormente, entre 706 y 717 d.C. fue construida la mezquita de al-Aqsa, destruida por el incendio de 1969, por el califa al-Ualid, hijo de Abd al-Malik[11].

Asimismo, resulta determinante el hecho que, según la narración coránica que combina de un lado el viaje nocturno de Mahoma (sura 17: 1), que le llevó de la Kaaba de la Meca al “lugar de oración más lejano” ("al-masyid al-aqsa"), y por otro el relato del viaje ("isra’") o la subida al cielo ("mi’ray"), narrada en los suras 82: 19-25 Y 53: 1-21, Mahoma viajó de noche en su caballo Buraq hasta el “lugar de oración más lejano”, situado sobre la Colina del Templo de Jerusalén. Antes de realizar el viaje al cielo desde la roca, donde más tarde se reconocería la huella de una pisada, Mahoma ató a Buraq al Muro de las Lamentaciones, que recibió por ello el mismo nombre que el animal.

Debido a que en Hebrón se situaron las sepulturas de Abraham ("Ibrahim al-Jalil", de donde proviene el nombre árabe de la ciudad de Hebrón: “al-Jalil”), Sara, Adán, José y otras figuras coránicas, esta ciudad fue un punto de paso muy importante en el viaje nocturno de Mahoma. Por ende, la mezquita de Hebrón con las llamadas Tumbas de los Patriarcas constituyeron uno de los centros más importantes de Palestina[12]. Por su parte, la importancia religiosa de Jerusalén durante el imperio Otomano se podía reconocer en el hecho de que el cadí, enviado desde Estambul, ocupaba un lugar relativamente elevado en la jerarquía de los eruditos otomanos[13].

Posteriormente, en el siglo XIX, el interés británico por Palestina era fundamentalmente de naturaleza estratégica dado que el imperialismo británico, impulsor del libre comercio en el periodo de 1838 a 1878, se apoyaba en dos pilares: el control marítimo y la superioridad industrial. Su objetivo principal fue la seguridad de las rutas marítimas y terrestres a la India, muchas de las cuales atravesaban territorio turco o controlados por turcos. Es así que, en mayo de 1916 se dio el Acuerdo Sykes-Picot, pacto secreto de Londres con los aliados, en el cual los británicos planearon crear una zona de influencia británica desde el Mediterráneo hasta Irak, distinguiendo por tanto entre zonas de control directo e indirecto (“esferas de influencia exclusiva” e “independencia”), distinción que entrañaba de entrada el germen de posteriores conflictos[14].

El interés británico por Palestina aumentó durante 1916, viendo el proyecto de una administración autónoma judía en Palestina como el pretexto oportuno para un control británico de la zona (que según el Acuerdo Sykes-Picot debía ser administrada como condominio de ingleses, franceses y rusos) sin una anexión formal. Consiguientemente, se formuló la Declaración Balfour en noviembre de 1917, dirigida a las comunidades judías de Estados Unidos y el Reich alemán para que influyeran en sus gobiernos de acuerdo a los planes de la Entente, aunque difundida en forma de carta del ministro británico de Asuntos Exteriores, Lord Arthur Balfour, al presidente de la comunidad judía de Gran Bretaña, Lord Walter Rothschild, cuyo texto había sido previamente con el presidente Wilson de Estados Unidos. La Declaración contenía un texto muy asimétrico, como podemos apreciar:

"Querido lord Rothschild:

Tengo la gran satisfacción de transmitirle en nombre del gobierno de S.M. la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones judías sionistas, examinada y aprobada por el gabinete:

El gobierno de Su Majestad ve con agrado la creación de un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina y realizará los mayores esfuerzos para facilitar el logro de ese objetivo, entendiendo claramente que no se deberá hacer nada que pueda perjudicar a los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina o a los derechos y condición política de que disfrutan los judíos en cualquier otro país.

Le ruego que ponga esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista (de Gran Bretaña e Irlanda)…"[15]

En Nablús, Jerusalén y varias ciudades más se produjeron manifestaciones de lealtad cuando el sultán Mehmed Reshad V proclamó la yihad contra los aliados ante el estallido de la Primera Guerra Mundial, mostrándose leales la mayoría de los judíos del país, muchos de los cuales adoptaron la nacionalidad otomana después de que la Sublime Puerta revocara las Capitulaciones tras el inicio de la guerra y comenzara a expulsar a los ciudadanos de los Estados enemigos, expulsión que afectó principalmente a los judíos rusos. El movimiento árabe crecería durante la posguerra hasta convertirse en una amplia corriente que dirigió diversas aspiraciones hacia la resistencia nacional contra británicos y sionistas[16].

El 30 de octubre de 1918, el gobierno turco firmó el Armisticio de Mudros que dio por terminada la guerra en Levante. El presidente Wilson, al referirse a las “nacionalidades” sometidas a la soberanía otomana, afirmó:

"Debería asegurarse una soberanía estable a la población turca del imperio otomano. Pero a las demás nacionalidades que se hallan ahora bajo dominio turco habría que garantizarles una seguridad de vida incontrovertible y una oportunidad sin trabas para desarrollarse de forma autónoma."[17]

Asimismo, la Declaración a los Siete (en alusión a un grupo de nacionalistas sirios que en abril de 1918 habían propuesto ideas sobre la autodeterminación árabe tras conocer el Acuerdo Sykes-Picot), presentada por los británicos en El Cairo en junio de 1918, confirmó el principio del "government by consent". De igual manera, la declaración de británicos y franceses del 7 de noviembre de 1918, dirigida a la población de Palestina, Irak y Siria tras la capitulación otomana, se hallaba en clara contradicción con sus propios pactos, como se puede observa:

"[…] la liberación (enfranchisement) plena y definitiva de los pueblos oprimidos durante tanto tiempo por los turcos y el establecimiento de gobiernos y administraciones nacionales que deriven su autoridad de la elección autónoma y libre de los pueblos autóctonos. Para hacer realidad esas intenciones, Francia y Gran Bretaña están de acuerdo en promover y apoyar la institución de regímenes y administraciones autóctonas en Siria y Mesopotamia […] Su intención no es, ni mucho menos, imponer unas determinadas instituciones a las poblaciones de esos territorios, sino garantizar tan sólo mediante el apoyo y la ayuda oportuna el trabajo normal de los gobiernos y administraciones elegidos libremente por las poblaciones."[18]

Es a partir del fin de la Primera Guerra Mundial que la Sociedad de Naciones instaura el sistema de mandato, que no era sino la soberanía colonial con un nuevo ropaje. En aquel nuevo orden internacional, las zonas conquistadas debían someterse al fideicomiso o a la tutela de potencias occidentales. Los habitantes árabes del anterior imperio otomano cumplían las condiciones para situarse en la categoría principal de los llamados Mandatos A. Según el párrafo 4 del artículo 22 del Pacto de la Sociedad de Naciones de junio de 1919, los pueblos árabes subyugados habían alcanzado un esto de desarrollo que les capacitaba para aspirar a la independencia bajo la supervisión y dirección de una potencia europea[19]. Textualmente se decía que esas comunidades habían llegado a:

"[…] un estado de desarrollo en el que se podía reconocer su existencia como naciones independientes de manera provisional y a condición de recibir asesoramiento y apoyo administrativo de una potencia mandataria hasta el momento en que pudieran marchar por su propio pie. En la elección de una potencia mandataria se han de tener en cuenta ante todo los deseos de esas comunidades."[20]

Por su parte, como el célebre doctrinario internacionalista Charles Rousseau explicaba:

"El Mandato A, se aplicó a algunas comunidades separadas del Imperio Otomano, dotadas de existencia política propia, con vocación de independencia total y provisionalmente sometidas a la administración mandataria, considerándose que esta última debía cumplir el papel de guía y consejero. En este régimen se incluyeron Siria y Líbano (bajo mandato francés), Palestina, Irán y Transjordania (bajo mandato británico). En verdad se trataba de Estados en el sentido pleno de la palabra… cuyo acceso a la independencia quedaba momentáneamente diferido."[21]

Resulta importante señalar que la Declaración Balfour formó parte del convenio del Mandato y fue, por lo tanto, vinculante desde el punto de vista del derecho internacional[22]. En 1920 se produjo un enfrentamiento que acarreó la muerte de 9 personas. Sin embargo, los asaltantes árabes no hicieron ninguna distinción entre judíos y sionistas, sino que atacaron especialmente a quienes no podían defenderse.[23] Este hecho conllevó a una oleada de reacciones violentas sin precedentes. Posteriormente, el rumor de que los judíos planeaban un ataque contra la mezquita de al-Aqsa y de que ya habían asesinado a varios árabes provocó una explosión de violencia el 23 de agosto de 1929. En dichos disturbios, que duraron en total alrededor de una semana, perdieron la vida al menos 113 judíos y 116 árabes en el curso de los ataques, los contraataques y las medidas tomadas por la población británica. El balance resultó ser de unos 250 muertos y 570 heridos entre ambas partes. Según parece, la mayoría de los judíos fueron asesinados o heridos por árabes, mientras que la mayoría de los árabes lo fueron por los británicos[24].


Se sucedieron como consecuencia diversos disturbios, conllevando a que uno de los opositores al régimen instaurado, Qassam, fuera muerto con varios de sus camaradas el 20 de noviembre de 1935 cerca de la aldea de Ya’bad, al oeste de Yenín, en un enfrentamiento con una patrulla británica, convirtiéndose en de esta manera en uno de los primeros activistas que dio testimonio de su fe y de la causa palestina como mártir, pudiendo tal vez huir decidió resistir. Qassam alcanzó de inmediato la condición de objeto de culto y héroe como consecuencia de su “muerte sacrifical”[25].

El llamado “suceso del cemento”, en el que a mediados de octubre de 1935 se descubrieron en el puerto de Haifa importantes cantidades de armas y municiones ocultas en un envío de cemento a un empresario judío a Tel Aviv, agravó entre la población árabe la sensación de amenaza y los temores ya existentes por sus vidas, principalmente el miedo a un rearme masivo de los judíos ante el cual no podían ofrecer mayor resistencia. Esto sumado al contraste entre los progresos de los países vecinos, cuya población no podía en general calificarse de más madura que la de Palestina, y la propia situación de los palestinos llevó a que se practicara la desobediencia civil, las huelgas y el boicot, practicados ya con algún éxito en Siria y Egipto y experimentados también en la propia Palestina desde la década de 1920[26].

Luego de la Segunda Guerra Mundial, la partición de la zona del Mandato por la comunidad internacional constituyó un hito en el proceso. La población árabe siguió mostrándose decididamente contraria a una partición y a la creación de un Estado judío en el territorio que consideraba como su exclusiva patria legítima. No podía ser que los árabes de Palestina pagaran la deuda de los europeos que primero habían discriminado q sus propios judíos, luego los habían perseguido y finalmente habían intentado exterminarlos para después regalarles un país que no les pertenecía. La injusticia cometida contra unos no podía expiarse tratando injustamente a otros[27].


En el Protocolo de Alejandría, que sirvió de base para la formación de la Liga Árabe fundada poco después, los jefes de Estado árabes reunidos habían concertado lo siguiente en octubre de 1944:

"La comisión declara asimismo que lamenta como el que más los sufrimientos infligidos por las dictaduras europeas a los judíos de Europa. Pero la situación de esos judíos no debería confundirse con el sionismo, pues no puede haber mayor injusticia ni mayor agresión que solucionar el problema de los judíos de Europa mediante otra injusticia causada a los árabes de Palestina de distintas religiones y confesiones."[28]

Posteriormente, como consecuencia de la Resolución 181 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que establecía la partición de Palestina para la formación de los dos Estados, se desencadenó una cadena de violencia creciente. Así, en noviembre de 1947, en la carretera entre Petah Tikva y Lida, se perpetró un atentado árabe contra dos buses en el que murieron seis personas y resultaron heridas muchas más. Así, a partir de 1948 y respondiendo a la resolución de la Liga Árabe de diciembre de 1947, favorable a una intervención indirecta llegaron a Palestina voluntarios árabes que, al menos en teoría se unieron al Ejército de Liberación Árabe ("Arab Liberation Army" o ALA, o mejor dicho, “Ejército de Salvación” o "yaishal-inqadh"), de Fauzi al-Qawuqi Este, que no aparecería allí hasta marzo. El ALA estaba subordinado teóricamente al mando supremo militar de la Liga Árabe, a las órdenes del general irakí Ismaíl Safuat, que se había establecido en Damasco[29].

Ben-Gurión, uno de los fundadores de Mapaï, dio orden al mando supremo de la Hagana de vaciar los barrios árabes  de Jerusalén y asentar judíos en ellos. Luego del asesinato de una mujer árabe, un camión de la Hagana recorrió las calles del suburbio de Talbiya exhortando a sus residentes a marcharse o de lo contrario saltarían “por los aires junto con sus propiedades”. Por lo que la gente huyó, seguida de otros barrios próximos a Jerusalén. En Cesarea, cuyos habitantes árabes y judíos habían vivido en concordia, la Hagana llevó a cabo la primera destrucción sistemáticamente planeada de todo un pueblo árabe el 5 de febrero de 1948. Los expulsados y desplazados contagiaron a las personas que los habían acogido su miedo a los ataques judíos y se propagó la “fiebre de la huida”. Todo esto trajo como consecuencia que los esfuerzos desesperados realizados por el Alto Comité Arabe mediante exhortaciones, amenazas, castigos y hojas volantes para animar a la población de Jerusalén, Haifa y Jaffa a permanecer donde estaba no tuvieran efecto[30].

De esta manera, en abril de 1948, la Hagana abandonó su actitud inicial de “defensa activa” para pasar a una estrategia ofensiva, el llamado “Plan D”, que preveía la “pacificación de las zonas en cuestión, lo cual significaba nada menos que la capitulación del adversario o su expulsión, así como la destrucción de sus casas, aldeas y barrios residenciales o comerciales.

Entre los primeros días de abril y mayo, la Hagana había puesto en práctica el “Plan D” con la participación del Irgun y el Lehi y había conquistado tierras situadas en la parte árabe más allá de las zonas previstas por el plan de partición de la ONU, incluidas las ciudades de Jaffa, Haifa, Acre, Safed, Tiberíades y Bet Shean. Hasta mediados de mayo habían huido ya de esa región 300,000 árabes, casi la mitad de un total de 700,000 aproximadamente, que huyeron o fueron expulsados de Palestina entre 1947 y 1949. Esta oleada de violencia se recrudeció un más cuando, en la tarde del 14 de mayo de 1948, pocas horas antes de la terminación oficial del mandato británico, David Ben-Gurión leyó en Tel-Aviv la declaración de independencia del Estado de Israel, violencia que no tiene un final previsible aun en nuestros días[31].


POSTURAS

Explicar los diferentes momentos en los cuales Israel y Palestina tuvieron diferencias consideramos que resulta oficioso, es así que hemos preferido coger, de esa vasta historia de conflictos, los hitos mas resaltantes que visto desde la actualidad han dado origen efectos de envergadura internacional.

Como sabemos, el Plan de Partición planteado por la Asamblea General  de la ONU, realizada a través de la Resolución N° 181/11, esto conjuntamente con el Mandato sobre Palestina otorgado por la Sociedad de Naciones al Reino Unido en 1922 y la Declaración Balfour de 1917, son los instrumentos legales por los cuales los entendidos en Derecho Internacional Israelíes toman en cuenta para sustentar la existencia del Estado israelí.   

Al respecto, queremos realizar un análisis la Resolución N° 181/11 emitida por la Naciones Unidas, pues es de entender que la misma dio origen en principio a un esbozo de solución, al conflicto de ese entonces, la cual dividía el territorio en conflicto en dos Estados Independientes y soberanos, dicha resolución fue emitida por la Comisión especial UNSCOP de la ONU, la cual a su vez estaba integrada por: Perú, Uruguay, Canadá, Checoslovaquia, Guatemala, Holanda, Suecia, Austria, India, Irán y Yugoslavia.

Con esta Resolución lo que se buscaba era la pacificación de la zona en conflicto, pero resulta difícil entender como técnicos especializados en lidiar con el Derecho Internacional Público pudieron considerar dividir territorio ajeno sin consultar a la población afectada (judía y árabe) e incluso aún declarar el surgimiento de dos nuevos Estados, sabiendo de antemano que, con su decisión, estaría faltando a uno de los principios que sostienen el origen de un nuevo Estado, estamos hablando del Principio de Libre Determinación de los Pueblos que es el reconocimiento a la decisión soberana de los pueblos que se hallan bajo dominación extranjera para constituir o adherirse a la formación política que mejor les convenga. Favían Novak, considera asimismo que aquel es un principio de naturaleza democrática que busca la unión voluntaria de pueblos con la intención de formar un Estado.

Adicional a ello la Resolución N° 181/11, otorgó una mayor proporción de territorio Palestino  a los pueblos judíos; esto traducido a números era 57% de territorio para la población judía y sólo un 43% del mismo para la población árabe; la desproporción se acrecentaría con el devenir de los meses pues ninguno de los dos involucrados estaban de acuerdo con dicha determinación, trayendo como consecuencia la guerra por la independencia de 1948.   

La Resolución N° 242 de la ONU obligó el reconocimiento de la soberanía, la integridad territorial y la independencia política de todos los Estados de la región, en este sentido estableció una nueva delimitación de los territorios en conflicto los cuales hasta la fecha, y con la anuencia de la Corte de la Haya, son considerados en la comunidad internacional legítimos.

Así, la Resolución 242 fue la base para negociaciones y acuerdos posteriores, como el Acuerdo Camp David, el Plan Fahd, el Acuerdo de Ammán, el Plan Schultz, el Plan Shamir, el Plan Mubarak, el Plan Baker, el Plan de Fez, la Declaración de Estocolmo, el Plan Schultz, el Plan Brezhnev, los Acuerdos de Oslo, la Conferencia de Madrid, el Acuerdo de El Cairo, el Acuerdo de Wadi ‘Araba, entre otros.

Es de nuestro parecer que, para el éxito de negociaciones futuras, ambos Estados deben reconocerse mutuamente, y no solo a sus respectivos gobiernos. Consecuentemente, deberían realizase elecciones democráticas en Palestina para la elección de sus propios representantes, en las que participarían los habitantes que aún permanecen ahí como aquellos que se han visto obligados a abandonar sus hogares a causa de la represalia israelí (propuesta contenida, entre otros, en el Plan Shamir, el Plan Mubarak y la Conferencia de Madrid, en conformidad con la Resolución 194 de la ONU)[32].

De igual forma, se debe ofrecer a los refugiados palestinos la posibilidad, contemplada por las decisiones de la ONU y el Plan Brezhnev, de retornar a sus casas o ser indemnizados por las propiedades que perdieron; debiéndose restituir siquiera algunos de los territorios ocupados por Israel desde 1967 (el Plan Brezhnev menciona los Altos de Golán, Cisjordania, Gaza y las tierras libanesas), sobre todo la parte este de Jerusalén, donde está situado uno de los lugares santos musulmanes, o al menos garantizarse la libertad de acceso de los creyentes a dichos lugares santos[33].

Asimismo, son destacables las propuestas, destinadas a crear un clima de confianza entre las partes, contenidas en el proyecto elaborado por el propio Rabin y presentadas por el diputado árabe-israelí Abd al-Wahhab Darawshe el 12 de abril de 1989, que comprendían el compromiso de Israel a acceder a la apertura de las escuelas y las universidades palestinas, la liberación de parte de los presos, la concesión de permisos de viaje al exterior, la facilitación de la actividad política, la salida del ejército de ocupación de las concentraciones urbanas y la reducción del sufrimiento de la población palestina provocado por la represión y la ausencia de libertades[34].

Finalmente, consideramos que se deben tener en cuenta algunas propuestas muy interesantes contenidas en anteriores negociaciones, como la propuesta del Conde Folke Bernadotte de constituir un tratado especial para el destino de Jerusalén, que en principio debería estar sujeta a un régimen internacional especial. Asimismo, se debe respetar los principios contenidos en las Resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU y el principio de tierra a cambio de paz, ambos incluidos en casi todas las negociaciones entabladas desde la década de los setenta.


PROPUESTAS DE  NEGOCIACIÓN

Nuestra propuesta gira en función a la teoría del juego la cual tiene sus orígenes en el comportamiento humano, al respecto Benjamín Cardozo señala: si la teoría no está relacionada con el comportamiento humano de algún modo, será estéril y sin sentido, excepto como matemática pura, pues bien el presente análisis busca, desde una perspectiva antropológica, comprender a los principales actores involucrados en el conflicto, colocando de manera abstracta éstos elementos como fichas de juego que se van  a desenvolver de acuerdo al determinados métodos simples, propios de esta teoría, pero no por menos interesante.

Para aterrizar en la propuesta primero debemos señalar que el concepto de “juego” tiene un significado diferente para el hombre de la calle que para el teórico de los juegos. En ambos tipos de juegos hay jugadores y éstos deben actuar o tomar ciertas decisiones, los cuales en el primer caso serán decisiones venidas al azar a diferencia de las segundas que llevarán consigo una estrategia previamente elaborada.

La estrategia es la base de ésta teoría, Morton D. Davis define a la “estrategia” como la descripción completa de cómo uno (jugador) se comportará bajo cada una de las posibles circunstancias (de juego); no tiene connotación de inteligencia sino de habilidad. Si se conoce la estrategia de cada jugador puede predecirse el resultado del juego.
    
El método general bipersonal, contiene característica la denominada “estrategia de equilibrio”. Dos estrategias están en equilibrio si ningún jugador gana cambiando unilateralmente su estrategia; pues bien un juego es de suma cero si satisface una ley de conservación: si durante el transcurso del juego no se crea ni se destruye riqueza. De la mano con estas características del método, se tiene que tener en cuenta la “teoría de la utilidad” que tiene como principal función la cuantificación de los sentimientos subjetivos de los jugadores con el fin de llevar éstos a satisfacer nuestro actual propósito de juego.
  
Debemos admitir que el juego denominado Tierra Prometida no está estrictamente determinado, en razón a que la situación inicial no es ganadora para ninguno de los jugadores (Israel y Palestina), de información imperfecta, pero indeterminable pues el elemento utilitario en este caso sería entre otros: la desconfianza recíproca, la ambición, el miedo, la amenaza, el odio, el resentimiento y la frustración. Los cuales han sido heredados por generaciones, los cuales pueden ser canalizados hacia un tercer elemento neutro, casi mediador entre los jugadores los cuales tiene como principal objetivo no ganar el juego sino llegar a la estrategia de equilibrio, pues desde esa perspectiva ninguno de los jugadores pierde o gana riqueza.

Ahora bien, de lo desarrollado precedentemente se ha podido analizar el hito más relevante de éste conflicto por el cual se continua con el juego (Resolución N° 181/11 de 1947 emitido por la ONU) pues gracias a éste hecho y sucedáneos más emitidos por la ONU, sólo han traído mayores conflictos, trayendo como consecuencia la desacreditación de esta institución para resolver conflictos de gran envergadura pues su transparencia en la información y negociación se ha visto seriamente afectada.

Una propuesta de mediador entre los líderes de cada equipo, debió haber sido: El Sumo Pontífice o sus equivalentes en las religiones de mayor acogida para ambos pueblos (judío y árabe), alguna organización internacional de carácter humanitario, de respaldo y credibilidad internacional (como por ejemplo Cruz Roja Internacional, Human Rights Watch, Amnesty International, Care International o International Center for Peace In The Middle East). El objetivo de estos agentes neutrales es principalmente proteger a ambos jugadores de posibles deslealtades a las reglas de juego inicialmente acordadas por ambos jugadores (i.e., Estados de Israel y Palestina).

CONCLUSIONES

Es preciso advertir que el presente ejercicio de análisis es limitado y que la realidad es demasiado compleja y supone, en la realidad, poderes preponderantes e intereses ocultos que influyen constantemente en la voluntad de los actores principales pues está probado que para los terceros involucrados indirectamente en el conflicto les resulta mucho más beneficioso que esta coyuntura no se solucione pues de hacerlo perderían influencia, o incluso riqueza.

Asimismo, es preciso reconocer que la aplicación de algunos elementos de la Teoría del juego en el análisis del conflicto nos ha permitido poder demostrar las fórmulas de organización y manejo del conflicto posible, las cuales nos pueden llevar al objetivo final establecer una estrategia equilibrada, pero todo ello no va ser posible si antes no se someten los líderes de ambas partes, de manera voluntaria, aún mediador neutral, con la premisa de no patear el tablero por ninguna causa. Lamentablemente el mal manejo que tuvo en su momento la ONU ha traído como consecuencia la orfandad a la solución de este conflicto de larga data.


[1] KRÄMER, Gudrun. Historia de Palestina. Desde la conquista otomana hasta la fundación del Estado de Israel. Traducción de José Luis Gil Aristu. Madrid: Siglo XXI de España, 2006. P. 3.
[2] Ibid.; P. 4.
[3] Idem. Cabe explicar que tal "distrito de Siria, llamado Palaistinê” habría abarcado los montes de Judea y el Valle del Jordán y que su nombre tendría relación con el “Philistia” latino, que significa “tierra de filisteos”.
[4] Ibid.; 11.
[5] Así, CARTER, Charles E. The Province of Yehud in the Post-Exilic Period: Soundings in the Site Distribution and Demography. En: Second Temple Studies: 2. Temple and Community in the Persian Period. Editado por ESKENAZI, Tamara C. y RICHARDS, Kent H. Sheffield: Sheffield Academic Press, 1994. Pp. 106-145.
[6] KRÄMER, Gudrun. Op. Cit.; P. 12.
[7] Cfr. BIGER, Gideon. The Names and Boundaries of Eretz-Israel (Palestine) as Reflections of Stages in its History. En: The Land that Became Israel. Studies in Historical Geography. Editado por KARK, Ruth. London: Yale University Press, 1990. P. 14.
[8] KRÄMER, Gudrun. Op. Cit.; P. 14.
[9] Ibid.; P. 15.
[10] Ibid.; P. 33.
[11] Ibid.; P. 34.
[12] Cfr. GIL, Moshe. A History of Palestine, 634-1099. Cambridge: Cambridge University Press, 1997. Pp. 42, 99, 633 y ss.
[13] Así, SINGER, Amy. Palestinian Peasants and Ottoman Officials. Rural administration around sixteenth-century Jerusalem. Cambridge: Cambridge University Press, 1994. Pp. 28 y ss. Ver también, DOUMANI, Beshara B. Rediscovering Palestine. Merchants and Peasants in Jabal Nablus, 1700-1900. Berkeley: University of California Press, 1995. Pp. 249 y ss.
[14] KRÄMER, Gudrun. Op. Cit.; Pp. 137-146.
[15] Ibid.; Pp. 146-148.
[16] Ibid.; P. 149.
[17] Ibid.; Pp. 150-151.
[18] Ibid.; P. 151.
[19] Ibid.; Pp. 161-162.
[20] SMITH, Charles D. Palestine and the Arab-Israeli Conflict. A History with documents. Tercera edición. Nueva York: St. Martin’s Press, 1996. P. 61.
[21] ROUSSEAU, Charles. Droit International Public. París: Sirey, 1974. Tomo II. P. 382.
[22] KRÄMER, Gudrun. Op. Cit.; P. 167.
[23] Ibid.; P. 205.
[24] Ibid.; Pp. 224-225.
[25] SCHLEIFER, S. Abdullah. The life and thought of “Izz-id-Din al-Qassam”. En: The Islamic Quaterly, 23, 1979. Pp. 61-81.
[26] Ibid.; Pp. 257-258.
[27] Ibid.; P. 303.
[28] SMITH, Charles D. Op. Cit. P. 125.
[29] Ibid.; Pp. 305-306.
[30] Ibid.; P. 307.
[31] Ibid.; P. 307-310.
[32] ALVAREZ-OSSORIO, Ignacio. El Proceso de Paz de Oriente Medio. Historia de un Desencuentro. Madrid: Agencia Española de Cooperación Internacional, 1999. Pp. 219-225 y 275-291.
[33] Ibid. ; P. 266.
[34] Ibid. ; P. 243.

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